Marcado por su segundo nombre, la rebeldía le ha acompañado, auténtico y firme de convicciones, nunca me imaginé que aquel payasito de bolas rojas y azules en su traje, cargado sobre mis hombros en el carnaval del Malecón, cargaría luego sobre sus hombros todo el mundo informático de la familia nuclear y de la familia extensa.

Creció sus primeros 10 años, mimado por su madre y con la competencia natural con su hermana Patricia, de quien le separaba tan sólo 1 año y 18 días de nacido.

Fue construyendo su madurez, junto con la ternura, protegiendo a la madre e idolatrando a su padre. Su rebeldía y reclamo de espacio y nombre propios, en los medios comunes con su padre, le granjearon el afecto y el tierno apoyo de los que allí me han seguido y el ejercicio de sus propias metas personales y políticas, le han conducido por los difíciles y defectuosos caminos de las luchas juveniles del presente.

Sus escritos de hoy, en su blog, me han significado su re-descubrimiento… maduró ante mis ojos y no lo vi…sorprendido quedé de su decisión de constituir familia propia y ahora sólo espero que me que castigue con el envejecimiento de los nietos…