He recibido opiniones diversas respecto a mi artículo, titulado “La UASD No Puede Sola”, publicado en la edición del pasado 8 de mayo,   del periódico Diario Libre.


Agradezco a todos y todas las reacciones favorables,  o no,  que se han expresado. Una de ellas, criticando el hecho de que hiciera público mis opiniones fuera de la UASD, es la que más me ha motivado a seguir la línea de reflexión iniciada y seguir compartiendo mis opiniones con el resto del país, ideas de las que nadie, ni en la UASD ni fuera de ella, pueden dudar respecto al profundo sentimiento de compromiso con la Universidad que me mueve y obliga.

En mi artículo anterior,  he afirmado que la UASD se encuentra en una disyuntiva institucional,  que dificulta la toma de decisión,  para cambiar sus principales males, con la sola intervención de sus actores internos, existiendo una fuerza de resistencia y entendimiento interior significativa, que tiende a la conservación y repetición cíclica,  de fenómenos que le son autodestructivos, frente a los que no existen estructuras y mecanismos de gobierno eficientes y un ejercicio unipersonal de los cargos,  con la suficiente autoridad,   para operar legítimamente en la dirección de los cambios de actitudes y en la construcción de soluciones de alto valor estratégico.

La solución de una parte de los males más importantes de la UASD tienen un costo significativo, en los órdenes económicos, políticos y sociales,  que hasta ahora no parecen contar con la voluntad,  ni de los actores internos, de aquellos que tienen la posibilidad de contribuir, ni de los actores externos que hasta ahora han propiciado un flujo de recursos,  caracterizado por una práctica de subyugación de la Universidad, condicionando los flujos a inversiones directamente ejecutadas por el Gobierno Central, o aumentando de asignación presupuestaria, vía la Ley,  condicionada,  a propósitos que no tocan las dificultades fundamentales.

Recientemente, en la UASD pasamos del activismo más militante alrededor de un escenario de conflictos, al silencio sepulcral, cuando las consecuencias del inadecuado ejercicio de sus actuaciones internas,  nos colocan a la defensiva o trasladamos a otro escenario, de más bajo interés externo, como recientemente ocurrió con la muerte del coronel Suárez Cordero y las elecciones de una nueva directiva  de la Federación de Asociaciones de Profesores (FAPROUASD).

He comentado a mis amigos cercanos,  acerca del silencio de los principales líderes de la UASD que aspiran a dirigirla para el período 2014-2018,  alrededor de los hechos de violencia recientes, el vil asesinato del coronel de la Policía Suarez Cordero y las heridas de bala a otros tres, las decisiones del Consejo Universitario sobre el grupo Felabel, etc.  En los pocos casos en que hemos tenido constancia de alguna reacción, los enfoques parecen más análisis de observadores externos y con bajo empoderamiento del principio de autoridad, reflejando que el análisis de costo-beneficio electoral ha operado en la lógica de la opinión.

La UASD requiere una actitud distinta de su liderazgo académico,  ya que el estudio de los hechos históricos asociados a situaciones de violencia en sus campus, en las últimas cinco gestiones rectorales, no liberan de culpa a ninguno de los principales grupos estudiantiles, vinculados o no a partidos políticos, del sistema electoral dominicano o no, de la izquierda o de los “partidos del sistema”, lo cual refleja que la cultura de la violencia política se ha ido entronizando en la UASD, en contraposición al fortalecimiento de los mecanismos de diálogo y de protestas pacíficas que han acompañado los reclamos, sociales, económicos y políticos de todos los sectores de la vida social del país,  durante el mismo período, lo cual convierte en anacrónicas,  aquellas prácticas violentas en la UASD y contrarias al sentido de la historia y del papel jugado por la Universidad en la construcción de la democracia dominicana.

La sobredeterminación de la construcción de poder en la UASD sobre el resto de las decisiones de orden académico e institucional, hoy opera como un factor contrario al interés institucional y está generando serias dudas respecto a si el modelo de gestión universitaria es sostenible bajo los esquemas actuales.

A esto se agrega el hecho de que la articulación de un proyecto rectoral cada vez más se acerca,  a la lógica de los intereses económicos y grupales y se aleja de la razón política o ideológica que en el pasado aseguraba, por lo menos,  la obligación de que algún actor externo tuviese que rendir cuentas de las actuaciones de sus seguidores en la UASD.

Realmente, se ha producido una descomposición de la acción política que subroga las propias banderías partidarias, (que en muchos casos se esgrimen como paraguas de legítimas aspiraciones), a los grupos de intereses que cultivan la red clientelar de las posiciones laborales internas y el propio mercado de consumidores,  que implica la existencia de 200 mil personas que habitan sus campus de 7 de la mañana a 10 de la noche, demandando los recursos educativos,  que se requieren de forma obligatoria,  para cursar una carrera universitaria y desde agua, comida y café hasta la satisfacción de todo tipo de necesidades,   propias de una población que en su cuarta parte sobrepasa los 25 años, más de la mitad recibe algún ingreso por la vía de empleos formales o no, y  un porcentaje significativo,  ya tiene a su cargo obligación de familia.

En la “democracia” de la UASD de hoy, competir a la rectoría implica una inversión de muchos millones de pesos,  que replican el modelo de venta del producto político de unas elecciones presidenciales, congresuales y/o municipales nacionales.  Incluso no sorprende que la publicidad gráfica de la campaña rectoral hoy trasciende su territorialidad y compite con la presencia de la publicidad comercial y política externa,  sin que la misma exprese los contenidos de compromiso social y/o universitario, la oferta de propuestas programáticas, sino más bien las figuras que sostienen la aspiración a una posición que parece más,  un cargo público que el ejercicio de una posición de gestión institucional de la ciencia, el conocimiento, la vida académica, la profesionalización y la acreditación.  En ese sentido,  en la UASD se reproduce un modelo de hacer política que el país necesita superar.

Enfrentar el entramado de los intereses no académicos ni institucionales en  la UASD, por parte de un rector o su órgano de gobierno, el Consejo Universitario, requerirá un acompañamiento externo cercano, de amplio apoyo político y social que obligue a la exigencia y establecimiento de mecanismos eficientes de transparencia, rendición de cuentas y consensos,  que involucren de forma directa los intereses del Estado, de la sociedad y de los actores internos que aspiramos a que la UASD no termine siendo un ejemplo de reproducción del ventajismo de mercado, de la corrupción y/o del uso vergonzante de la institución con fines grupales, personales o privados.

Ya la consigna La UASD Unida Jamás será Vencida, que catalizaba la resistencia ante las agresiones externas, hoy es insuficiente sin responderse, alrededor de qué nos unimos,  a quién estamos venciendo, quiénes son los beneficiarios de nuestras supuestas victorias y qué implicaciones tiene el silencio interno ante el reclamo de la sociedad,  de que la UASD debe cambiar para hacerse más útil, de lo que hoy es, más pertinente para las necesidades sociales,  de lo que resulta de sus propuestas actuales y de mayor calidad y excelencia,  como respuesta del verdadero sentido de compromiso social universitario.

Recomponer ese orgullo de ser uasdiano, pasa por la recuperación de la confianza perdida,  por parte de la sociedad y de la generación de nuevas sinergias internas y externas,  que confluyan en la dirección del fortalecimiento de mecanismos y estructuras institucionales,  que le den permanencia a los cambios y que aseguren que un nuevo consenso,  no será la expresión del silencio cómplice,  frente a sus males o una simple postergación de sus remedios inevitables.

Profesor Roberto Reyna Tejada

Ex rector UASD 2005-2008

19/5/2013