Conocí al Coronel Cordero en los cursos para Oficiales Superiores de la Policía Nacional, Curso de Estado Mayor, dirigido a coroneles y generales de la PN, organizado por la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD).

A ellos les decía en mi clase de metodología de investigación social y sobre el estado de la educación superior en América Latina, el Caribe y la República Dominicana, que me sentía vencedor de aquellas viejas batallas entre la policía nacional y la juventud estudiosa de la UASD, de aquellos tiempos de construcción de la democracia y de lucha por la defensa de la autonomía y del presupuesto que por Ley tiene asignada la Universidad. Porque al no haber podido derrotar con nuestras piedras sus balas, y devolverle con ineficacia sus bombas, ahora en tiempos de la democracia imperfecta que vivimos, aprovechando la madurez y la apertura de ambas instituciones, me sentaba en las aulas del Instituto Policial de Educación Superior (IPES), en el temido Cuartel General de los Cascos Negros, a debatir las ideas de la libertad, la democracia, el pluralismo, la soberanía y el derecho a la educación pública de calidad para todos los ciudadanos y ciudadanas de la república, y teniéndolos a ustedes, coroneles y generales, como mis queridos alumnos de la UASD.

Allí aprendí a valorar los esfuerzos serios por reencauzar a la Policía Nacional en el cumplimiento de su misión de seguridad ciudadana, conocí de la existencia de los valores de jóvenes oficiales que sin haber pasado por la carga de sangre, violencia y represión propias de una época en la que ese organismo se expresaba como heredero de una dictadura y de su origen perverso, la ocupación extranjera, ahora disfrutaba escucharle defender sus ideas, a veces más radicales y consecuentes con la defensa de la soberanía y los derechos humanos.

Ello me permitió hacerme acompañar de inteligentes generales y coroneles que dirigieron la PN durante mi mandato rectoral, realizar de forma conjunta nuestros actos de aniversario, retornar a las viejas sanas confrontaciones deportivas entre policías y universitarios y disfrutar como les ganábamos en las carreras y en los lanzamientos de nuestros pitcher, sin la necesidad ya de entrenamiento en las luchas callejeras y recibir la derrota deportiva, reconociendo que ellos habían sido mas eficaces en contratarnos a nuestros propios peloteros.

A ti coronel Suárez Cordero, y a tu familia te digo que los criminales que te mataron no representan ni a la UASD ni a la juventud gloriosa de aquellos tiempos ya superados, que el escudo de sus “luchas” podrán seguir siendo justos, pero jamás sus armas para la ignominia cobarde de usar a la UASD como tal. Como tu nos decías que estabas orgulloso de sentirte alumno de la UASD, así hoy miles de uasdianos lloramos tu muerte y aspiramos a que un día, nunca más nuestra Alta Casa de Estudios sea un espacio donde la intolerancia, la política partidaria irresponsable, la violencia, el desamor y el odio puedan acunar sus simientes.

Quiero pedirle al Jefe de la Policía Nacional, a su Oficialidad, y a sus subalternos que no le abran espacios al resentimiento, que nos unamos en este momento difícil y mostremos lo mejor de la vida de nuestros ejemplos institucionales, hagamos justicia en el caso del Coronel Cordero, al tiempo que en este triste día para la Policía Nacional, la UASD, la juventud dominicana y el país, convirtamos este horrible crimen, así como el crimen de aquel joven estudiante asesinado por policías de mentes enfermas en las protestas del año pasado, en una oportunidad para llamar a la sociedad dominicana a la paz y transformar nuestras instituciones en entidades cumplidoras de los verdaderos roles que tienen asignadas: La una el orden público y la seguridad ciudadana y la otra fuente del saber, de la cultura, del conocimiento, de la ciencia, de la educación y del voluntariado social por excelencia.

Transformemos la UASD en una entidad en la que nadie pueda sustituir su propia institucionalidad y causas nacionales, por los intereses de grupos y personas que en cada coyuntura convierten en máscaras sus años de gloria.

Enterremos los odios, basta ya de todo tipo de violencia y abramos los brazos dela concordia nacional, porque nunca la siembra del odio a dejado la buena cosecha, por Duarte se lo pido, en esta hora en la que la República requiere de otros blancos y de otros conflictos propios de los desafíos de su desarrollo y de su soberanía.